Poema de Gilgamesh
La Epopeya de Gilgamesh es una de las creaciones literarias más
antiguas que se conservan, pues data del III Milenio antes de Nuestra Era. Se
encontró hace poco más de doscientos años, escrita en tablillas, entre las
ruinas de la biblioteca de uno de los palacios de Nínive, la antigua capital
asiria. Desde entonces, ha sido uno de los textos literario más polémicos por
los elementos que aporta para conocer el origen de textos que antiguamente se
creían completamente originales, como los relatos del Génesis bíblico.
Narra
la historia de Gilgamesh, rey de la ciudad de Uruk, quien a pesar de todo su
poder, no se sentía feliz. Después de salvar a su pueblo del diluvio por orden
de los dioses, conoce a Enkidu, un hombre fuerte y temerario que se convertirá
en su mejor amigo y compañero de aventuras. Los dioses, temerosos de la fuerza
y poder de Gilgamesh y Enkidu deciden acabarlos enviándolos a luchar contra una
bestia, pero en vez de ser vencidos, Enkidu humilla triunfante a la bestia y
provoca la cólera de la diosa Ishtar, quien estaba enamorada de Gilgamesh pero
no lograba distraerlo de sus combates y su búsqueda de Gloria. La diosa decide
entonces enfermar y matar a Enkidu.
Gilgamesh,
que hasta entonces se creía invencible, se horroriza ante la muerte de su amigo
y decide que él no correrá el mismo destino. Emprende un largo viaje en busca
del árbol de la vida eterna, pero a mitad de camino conoce a un hombre tan
sabio que los dioses lo habían hecho inmortal. A través de él, descubre la
necesidad de la muerte y cesa de buscar la inmortalidad, regresando al reino de
Uruk para gobernar y morir en paz.
El
fragmento a continuación narra el episodio de la Gran Inundación, o diluvio,
que guarda enormes semejanzas con la muy posterior historia de Noe y el Arca.
(Fragmento: El arca de Gilgamesh)
Al primer resplandor del alba, una nube negra se alzó
del horizonte. En su interior Adad truena, mientras Sullat y Hanis van delante,
moviéndose como heraldos sobre colina y llano. Erragal arranca los amarraderos;
avanza Minurta y hace que los diques se desborden. Los Anunnaki levantan las
antorchas, encendiendo la tierra con su fulgor. La consternación por los actos
de Adad llega a los cielos, pues volvió en negrura lo que había sido luz. La
vasta tierra se hizo añicos como una vasija. Durante un día el viento del sur
sopló, más y más fuerte, sumergiendo los montes, atrapando a la gente como un
ataque. Nadie ve a su prójimo, no pueden reconocerse unos a otros en el
torrente. Los dioses se aterraron del diluvio y, retrocediendo, ascendieron al
cielo de Anu. Los dioses se agazaparon como perros acurrucados contra el muro
exterior. Pasados los siete días, las
aguas del diluvio inundaron la Tierra. [...] Entonces vino el diluvio por
espacio de cuarenta días sobre la tierra, y crecieron las aguas.
Ishtar gritó como una
parturienta, la señora de dulce voz de los dioses gime: «Los días antiguos se
han trocado, ¡ay!, en arcilla porque dije maldades en la asamblea de los
dioses. ¡Cómo pude decir maldades en la asamblea de los dioses, provocando una
catástrofe para destrucción de mi gente! ¡No tardé más en dar a luz a mi
querido pueblo de lo que él tarda ahora en llenar el mar como los peces! Los
dioses Anunnaki lloraban con ella, Los dioses, humildemente, lloran sentados,
con los labios ardiendo, muertos de sed.
[...] y todo cuanto en la tierra tiene aliento de
vida, todo pereció. [...] Y las aguas dominaron la tierra por espacio de ciento
cincuenta días.
Seis días y siete noches
sopló el viento del diluvio, mientras la tormenta del sur barre la tierra. Al
llegar al séptimo día, la tormenta del sur (transportadora) del diluvio amainó
en la batalla, que había reñido como un ejército. El mar se aquietó, la
tempestad se apaciguó, el diluvio cesó. Contemplé el tiempo: la calma se había
establecido, y toda la humanidad había vuelto a la arcilla. El paisaje era
llano como un tejado. Abrí una escotilla y la luz hirió mi rostro. Inclinándome
muy bajo, me senté y lloré, deslizándose las lágrimas por mi cara. Miré en
busca de la línea litoral en la extensión del mar: a doce leguas emergía una
región (de tierra). En el Monte Nisir el barco se detuvo. El Monte Nisir
mantuvo sujeta la nave, impidiéndole el movimiento, Un primer día, un segundo
día, el Monte Nisir mantuvo sujeta la nave, impidiéndole el movimiento. Un
tercer día, un cuarto día, el Monte Nisir mantuvo sujeta la nave, impidiéndole
el movimiento. Un quinto y un sexto (día), el Monte Nisir mantuvo sujeta la
nave, impidiéndole el movimiento.
Al llegar el séptimo día,
envié y solté una paloma. La paloma se fue, pero regresó. Puesto que no había
descansadero visible, volvió. Entonces envié y solté una golondrina. La
golondrina se fue, pero regresó; Puesto que no había descansadero visible,
volvió. Después envié y solté un cuervo. El cuervo se fue y, viendo que las
aguas habían disminuido, come, se rasca, se atusa las plumas, pero no regresa.
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