sábado, 30 de agosto de 2014

Lectura 5 - Libro egipcio de los muertos

Libro Egipcio de los Muertos


Pocos pueblos de la antigüedad exaltaban de un modo tan optimista los placeres de la vida como los egipcios. En las pinturas de sus tumbas podemos verlos aún compartiendo banquetes y conversaciones, tomando siestas en sus jardines, o arando el campo y yendo de cacería. Fue precisamente por este valor excesivo que tenía la vida en su mundo mental y emocional, que se preocuparon bastante por la muerte. Sin embargo, su preocupación está lejos de ser una inclinación lúgubre, como suele creerse: su imagen de la muerte es también optimista. Al egipcio que moría le esperaban, al otro lado de la vida, los extensos campos de Ialu, un paraíso donde el trigo y la cebada florecían siempre, y donde vivía en compañía de los dioses.
            Pero antes de llegar a su último y feliz destino, el alma (ba) del fallecido debía atravesar una serie de difíciles pruebas en el inframundo, gobernado por el dios Osiris, quien estaba también relacionado con la agricultura. En el último episodio de este “examen de admisión al Paraíso”, el alma llegaba a un extenso tribunal compuesto por cuarenta y dos dioses con Osiris a la cabeza, y hacía su confesión negativa, es decir, declaraba no haber cometido nunca asesinato, robo, iniquidad o cualquier otra falta. Para asegurarse de que el alma no olvidaría las partes de la confesión y las fórmulas mágicas para transitar por el inframundo hasta la corte de Osiris, donde su corazón sería pesado por Anubis el dios chacal, los egipcios crearon un texto conocido como Libro para salir a la luz del día, que hoy en día recibe el nombre de Libro egipcio de los muertos.
            Se trataba de un texto tan costoso y privilegiado, que muchos egipcios el trabajo de toda una vida sólo para pagar este libro que los acompañaría a la tumba, pero que era su pase asegurado a la felicidad eterna.






(Fragmento: La confesión negativa)

¡Salve, dios grande, Señor de la Verdad y de la Justicia, Amo poderoso: heme aquí llegado ante ti! ¡Déjame pues contemplar tu radiante hermosura! Conozco tu Nombre mágico y los de las cuarenta y dos divinidades que te rodean en la vasta Sala de la Verdad-Justicia, el día en que se hace la cuenta de los pecados ante Osiris; la sangre de los pecadores, lo sé también, las sirve de alimento. Tu Nombre es: “El-Señor-del-Orden-del-Universo-cuyos-dos-Ojos-son-las-dos-diosas-hermanas”. He aquí que yo traigo en mi Corazón la Verdad y la Justicia, pues he arrancado de él todo el Mal.

No he causado sufrimiento a los hombres. No he empleado la violencia con mis parientes. No he sustituido la Injusticia a la Justicia. No he frecuentado a los malos. No he cometido crímenes. No he hecho trabajar en mi provecho con exceso. No he intrigado por ambición. No he maltratado a mis servidores. No he blasfemado de los dioses. No he privado al indigente de su subsistencia. No he cometido actos execrados por los dioses. No he permitido que un servidor fuese maltratado por su amo. No he hecho sufrir a otro. No he provocado el hambre. No he hecho llorar a los hombres, mis semejantes. No he matado ni ordenado matar. No he provocado enfermedades entre los hombres. No he sustraído las ofrendas de los templos. No he robado los panes de los dioses. No me he apoderado de las ofrendas destinadas a los Espíritus santificados. No he cometido acciones vergonzosas en el recinto sacrosanto de los templos. No he disminuido la porción de las ofrendas. No he tratado de aumentar mis dominios empleando medios ilícitos, ni de usurpar los campos de otro. No he manipulado los pesos de la balanza ni su astil. No he quitado la leche de la boca del niño. No me he apoderado del ganado en los prados. No he cogido con lazo las aves destinadas a los dioses. No he pescado peces con cadáveres de peces. No he obstruido las aguas cuando debían correr. No he deshecho las presas puestas al paso de las aguas corrientes. No he apagado la llama de un fuego que debía de arder. No he violado las reglas de las ofrendas de carne. No me he apoderado del ganado perteneciente a los templos de los dioses. No he impedido a un dios el manifestarse. ¡Soy puro! ¡Soy puro! ¡Soy puro!

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