sábado, 30 de agosto de 2014

Lectura 4 - Tao Te King

Tao Te King

El Tao Te King es uno de los libros fundamentales de China, y se cree que fue escrito por el sabio Lao Tse, aunque este hombre probablemente nunca existió. Es común en las tradiciones antiguas atribuir existencias históricas a personajes míticos, y la cultura china no es la excepción. Sin embargo, Lao Tse y su libro son la base de una religión practicada todavía hoy en día y conocida como taoísmo, precisamente por la palabra Tao, que significa, al mismo tiempo, camino, verdad y poder, y cuyo símbolo es ampliamente conocido, aunque la mayoría en realidad ignore que significa:

Desde el principio de su historia los chinos, más que dedicarse a la especulación sobre la vida de los dioses y a la adoración de éstos, se centraron en la creencia en los antepasados y en el desarrollo de un sistema filosófico de orientación ética, más que teológica. Es decir que más bien les importaba el comportamiento del hombre dentro de la sociedad, la política, el buen gobierno y la actitud honorable. Como parte de esta formación, existen numerosos libros orientados a presentar preceptos de comportamiento y, como en el caso del Tao Te King, enunciados cuya fuerza reside, más que en ofrecer respuestas y contar historias, en la capacidad de activar el pensamiento de quien se enfrente a sus contradicciones, preguntas y paradojas.





I
El Tao que puede ser expresado
no es el verdadero Tao.
El nombre que se le puede dar
no es su verdadero nombre.
Sin nombre es el principio del universo;
y con nombre, es la madre de todas las cosas.
Desde el no-ser comprendemos su esencia;
y desde el ser, sólo vemos su apariencia.
Ambas cosas, ser y no-ser, tienen el mismo
origen, aunque distinto nombre.
Su identidad es el misterio.
Y en este misterio
se halla la puerta de toda maravilla.
II
Todo el mundo toma lo bello lo bello,
y por eso conocen qué es lo feo.
Todo el mundo toma el bien por el bien,
y por eso conocen qué es el mal.
Porque, el ser y el no-ser se engendran mutuamente.
Lo fácil y lo difícil se complementan.
Lo largo y lo corto se forman el uno de otro.
Lo alto y lo bajo se aproximan.
El sonido y el tono armonizan entre sí.
El antes y el después se suceden recíprocamente.
Por eso, el sabio adopta la actitud de no-obrar
y practica una en sin palabras.
Todas las cosas aparecen sin su intervención.
Nada usurpa ni nada rehúsa.
Ni espera recompensa de sus obras,
ni se atribuye la obra acabada,

y por eso, su obra permanece con él.

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