Tao Te King
El Tao Te King es uno de los libros
fundamentales de China, y se cree que fue escrito por el sabio Lao Tse, aunque
este hombre probablemente nunca existió. Es común en las tradiciones antiguas
atribuir existencias históricas a personajes míticos, y la cultura china no es
la excepción. Sin embargo, Lao Tse y su libro son la base de una religión
practicada todavía hoy en día y conocida como taoísmo, precisamente por la
palabra Tao, que significa, al mismo
tiempo, camino, verdad y poder, y cuyo símbolo es ampliamente conocido, aunque
la mayoría en realidad ignore que significa:
Desde el principio de su historia los
chinos, más que dedicarse a la especulación sobre la vida de los dioses y a la
adoración de éstos, se centraron en la creencia en los antepasados y en el
desarrollo de un sistema filosófico de orientación ética, más que teológica. Es
decir que más bien les importaba el comportamiento del hombre dentro de la
sociedad, la política, el buen gobierno y la actitud honorable. Como parte de
esta formación, existen numerosos libros orientados a presentar preceptos de
comportamiento y, como en el caso del Tao Te King, enunciados cuya fuerza
reside, más que en ofrecer respuestas y contar historias, en la capacidad de
activar el pensamiento de quien se enfrente a sus contradicciones, preguntas y
paradojas.
I
El Tao
que puede ser expresado
no es
el verdadero Tao.
El
nombre que se le puede dar
no es
su verdadero nombre.
Sin
nombre es el principio del universo;
y con
nombre, es la madre de todas las cosas.
Desde
el no-ser comprendemos su esencia;
y
desde el ser, sólo vemos su apariencia.
Ambas
cosas, ser y no-ser, tienen el mismo
origen,
aunque distinto nombre.
Su
identidad es el misterio.
Y en
este misterio
se
halla la puerta de toda maravilla.
II
Todo
el mundo toma lo bello lo bello,
y por
eso conocen qué es lo feo.
Todo
el mundo toma el bien por el bien,
y por
eso conocen qué es el mal.
Porque,
el ser y el no-ser se engendran mutuamente.
Lo
fácil y lo difícil se complementan.
Lo
largo y lo corto se forman el uno de otro.
Lo
alto y lo bajo se aproximan.
El
sonido y el tono armonizan entre sí.
El
antes y el después se suceden recíprocamente.
Por
eso, el sabio adopta la actitud de no-obrar
y
practica una en sin palabras.
Todas
las cosas aparecen sin su intervención.
Nada
usurpa ni nada rehúsa.
Ni
espera recompensa de sus obras,
ni se
atribuye la obra acabada,
y por
eso, su obra permanece con él.
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