Himno a Atón
En el siglo XIV antes de Nuestra Era
gobernaba en Egipto un faraón inusual: cansado de los abusos del sacerdocio que
gobernaba en la ciudad de Uaset (Tebas), el faraón Akhenatón y su esposa
Nefertiti decidieron fundar su propia ciudad remontando el Nilo, en un oasis
hasta entonces vacío al que llamaron “Horizonte de Atón”. Atón, imagen del
disco solar, era para los faraones la representación más perfecta de los dioses
y, con el tiempo, decidieron que sería el único dios al que debían adorar los
egipcios.
Nunca
hasta entonces en Egipto, ni en ningún otro pueblo de la antigüedad, se había
concebido la idea de que el universo hubiera sido creado y gobernado por un
solo dios, mucho menos para los egipcios, que desde la antigüedad más remota
adoraban a un conjunto de cerca de setecientos dioses. Era un gran y difícil
cambio, y pocas personas estuvieron dispuestas a aceptarlo. La idea de un solo
dios es una concepción relevante no sólo en lo que se refiere al aspecto
religioso sino que, en su conjunto, significa que el ser humano dio un paso en
su imaginación, al concebir por primera vez la idea de que todos los fenómenos
naturales estaban ligados de algún modo, y que era posible que el universo se
hubiera originado en un solo acto creador y no en múltiples creaciones, es
decir, se trata de una concepción ya más próxima a nuestra moderna concepción
del origen del Universo. Siglos más tarde, un líder hebreo educado en la corte
del faraón, Moisés, se inspiraría en las ideas de Akhenatón para forjar la idea
de dios único que, con el paso de la historia, se volvería dominante en
Occidente.
Sin
embargo, Akhenaton no sólo era estadista, sino también escritor. O, al menos,
eso es lo que se desprende de los numerosos poemas que se le atribuyen, de los
cuales el más importantes es el Himno a
Aton, donde ya aparece la idea de la conexión esencial entre todos los
seres y los fenómenos de la naturaleza.
Texto:
¡Apareces
resplandeciente en el horizonte del cielo,
Oh
Atón vivo, creador de la vida!
Cuando
amaneces en el horizonte oriental,
Llenas
todas las regiones con tu perfección.
Eres
hermoso, grande y brillante.
Te
elevas por encima de todas las tierras.
Tus
rayos abarcan las regiones
Hasta
el límite de cuanto has creado.
Siendo
Ra alcanzas sus límites,
y
los dominas para este hijo bienamado por ti.
(…)
Por
lejos que te encuentres, tus rayos siempre están sobre la tierra;
Aunque
se te vea, tus pasos se desconocen.
Cuando
te ocultas por el horizonte occidental,
La
Tierra se oscurece como si llegara la muerte.
Se
duerme en los aposentos, con las cabezas cubiertas,
y
lo que un ojo hace no lo ve el otro.
Aunque
fueran robados sus bienes,
Que
están bajo sus cabezas,
Los
hombres no se percatarían.
Todos
los leones salen de su guarida,
todas
las serpientes muerden,
La
oscuridad llega, la Tierra reposa en silencio,
Cuando
su Creador descansa en el horizonte.
Todos
los animales pacen en sus pastos,
Los
árboles y las plantas brotan,
Los
pájaros vuelan más allá de sus nidos,
Mientras
sus alas desplegadas saludan tu ka.
Todas
las manadas brincan sobre sus patas,
Lo
que vuela y todo lo que se posa,
Vive
cuando te alzas por ellos (…)
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