sábado, 30 de agosto de 2014

Lectura 2 - Himno a Atón

Himno a Atón

En el siglo XIV antes de Nuestra Era gobernaba en Egipto un faraón inusual: cansado de los abusos del sacerdocio que gobernaba en la ciudad de Uaset (Tebas), el faraón Akhenatón y su esposa Nefertiti decidieron fundar su propia ciudad remontando el Nilo, en un oasis hasta entonces vacío al que llamaron “Horizonte de Atón”. Atón, imagen del disco solar, era para los faraones la representación más perfecta de los dioses y, con el tiempo, decidieron que sería el único dios al que debían adorar los egipcios.
            Nunca hasta entonces en Egipto, ni en ningún otro pueblo de la antigüedad, se había concebido la idea de que el universo hubiera sido creado y gobernado por un solo dios, mucho menos para los egipcios, que desde la antigüedad más remota adoraban a un conjunto de cerca de setecientos dioses. Era un gran y difícil cambio, y pocas personas estuvieron dispuestas a aceptarlo. La idea de un solo dios es una concepción relevante no sólo en lo que se refiere al aspecto religioso sino que, en su conjunto, significa que el ser humano dio un paso en su imaginación, al concebir por primera vez la idea de que todos los fenómenos naturales estaban ligados de algún modo, y que era posible que el universo se hubiera originado en un solo acto creador y no en múltiples creaciones, es decir, se trata de una concepción ya más próxima a nuestra moderna concepción del origen del Universo. Siglos más tarde, un líder hebreo educado en la corte del faraón, Moisés, se inspiraría en las ideas de Akhenatón para forjar la idea de dios único que, con el paso de la historia, se volvería dominante en Occidente.
            Sin embargo, Akhenaton no sólo era estadista, sino también escritor. O, al menos, eso es lo que se desprende de los numerosos poemas que se le atribuyen, de los cuales el más importantes es el Himno a Aton, donde ya aparece la idea de la conexión esencial entre todos los seres y los fenómenos de la naturaleza.
           

 Texto:

¡Apareces resplandeciente en el horizonte del cielo,
Oh Atón vivo, creador de la vida!
Cuando amaneces en el horizonte oriental,
Llenas todas las regiones con tu perfección.
Eres hermoso, grande y brillante.
Te elevas por encima de todas las tierras.
Tus rayos abarcan las regiones
Hasta el límite de cuanto has creado.
Siendo Ra alcanzas sus límites,
y los dominas para este hijo bienamado por ti.
(…)
Por lejos que te encuentres, tus rayos siempre están sobre la tierra;
Aunque se te vea, tus pasos se desconocen.
Cuando te ocultas por el horizonte occidental,
La Tierra se oscurece como si llegara la muerte.
Se duerme en los aposentos, con las cabezas cubiertas,
y lo que un ojo hace no lo ve el otro.
Aunque fueran robados sus bienes,
Que están bajo sus cabezas,
Los hombres no se percatarían.
Todos los leones salen de su guarida,
todas las serpientes muerden,
La oscuridad llega, la Tierra reposa en silencio,
Cuando su Creador descansa en el horizonte.
Todos los animales pacen en sus pastos,
Los árboles y las plantas brotan,
Los pájaros vuelan más allá de sus nidos,
Mientras sus alas desplegadas saludan tu ka.
Todas las manadas brincan sobre sus patas,
Lo que vuela y todo lo que se posa,

Vive cuando te alzas por ellos (…)

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